Antes de entrar deja fuera tu rabia y tu ira. Bienvenido a este bosque encantado, un lugar donde podemos dar rienda suelta a ese niño que todos llevamos dentro, tienes mi permiso para dejarle salir y que haga locuras. Sumérgete en este mundo mágico de las hadas y los duendes y vuelve pronto, te esperaré agitando mis alas

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miércoles, 24 de febrero de 2016

Leyenda del fuego

Hace mucho tiempo, cuando ni el sol ni la luna se habían creado y del cielo no colgaban todavía las estrellas, el mundo estaba sumido en la más absoluta oscuridad. Por aquel entonces sólo vivían en nuestro planeta seres mitológicos como los elfos, ogros, enanos, etc. Para ver utilizaban antorchas y los árboles estaban desnudos, sin hojas ni flores que adornasen sus largas ramas, que se alzaban hacia el cielo, como si buscasen la luz para poder ser más que unos simples troncos que no daban señales de vida. Era pues, un planeta triste y silencioso.

Cierta vez, el dios que reinaba sobre los elementos, se enamoró de un hada de extraordinaria belleza. Cuando su amor se vio correspondido, se casaron, a pesar de que estaba muy mal visto entre seres de distinta raza. Ellos eran felices, pues se tenían el uno al otro, pero el hada deseaba ser madre y se empezó a sentir muy desdichada, porque sabía que era imposible. Todo esto lo supo una ninfa amiga suya (por aquel entonces la amistad entre hadas y ninfas era frecuente) y le propuso un trato: podría tener hijos, pero todos pertenecerían a la raza de las ninfas. El hada aceptó, pues su deseo de ser madre podía con cualquier impedimento.

Pasó el tiempo y el hada quedó encinta. Luego llegó la hora del parto. Primero nació una ninfa que tenía el don de la belleza y que representaría el elemento del agua. Luego otra que sería muy inteligente y que representaría la tierra. Poco después, nació la ninfa del aire, la más ágil y rápida. Y por último una que sería la más bondadosa, cuyo elemento era el fuego.

Las cuatro ninfas de los elementos fueron criadas por sus padres y tuvieron una infancia muy feliz. Cuando se hicieron mayores, su madre las envió para que convivieran con el elemento de cada una y éstas partieron a los pocos días.

Un año después, las cuatro hermanas se encontraron. Después de multitud de abrazos y risas, decidieron contar cada una su experiencia. Habló primero el agua, la primera en nacer:

- Yo he visto manantiales y cataratas. He visto el rocío de la mañana y la fresca lluvia. Me encanta el elemento que represento.

- Pues yo -dijo la tierra, que era la siguiente- he visto grandes montañas. He entrado en bellas cuevas y me he tumbado en la fina arena de la playa. Mi elemento es hermoso.

- Yo, como ninfa del aire -dijo la siguiente- he oído ulular al viento y lo he sentido acariciando mi piel. Ha jugado con mis cabellos, ¿no es maravilloso?.

Las tres ninfas, que ya habían acabado su relato, callaron, esperando oír la historia de su hermana. Como no decía nada, le preguntaron:

-¿Y tú qué has visto?, ¿cómo es el fuego?

Ésta aguantó las lágrimas, horrorizada de la experiencia que había vivido. Pero decidió compartir su congoja con sus hermanas.

- ¡Ha sido horrible! He visto monstruosos rayos que rompían en el cielo y que hacían temblar todo con su sonido. He visto a las llamas quemar los bosques y casas, destruyendo todo a su paso y matando a mucha gente. Lo he pasado muy mal. Odio el fuego, ¡lo odio!

Sus hermanas, que eran crueles y no sentían compasión le, respondieron:

- Eres pues, un ser malvado. No te queremos con nosotras y nadie querrá estar contigo. Deberías irte lejos de aquí. Eres una deshonra para nuestra familia.

Al oír esto, la pobre ninfa del fuego se fue, llorando sin consuelo. Sus hermanas pensaron que moriría de dolor y, al poco tiempo, volvieron a casa. Sus padres las recibieron con gran alegría, pero echaron en falta a su hija pequeña. Cuando les preguntaron por ella, las tres ninfas mintieron y dijeron que no la habían visto.

La madre decidió salir a buscarla y a todo el mundo le preguntaba por su hija perdida. Un ser pequeño, redondo y de grandes ojos había estado presente en el encuentro de las cuatro ninfas y se lo contó todo.

El hada se marchó llorando al enterarse, dando a su hija por muerta y decidió castigar a sus tres hijas. Creó las inundaciones, los terremotos y los huracanes y las ninfas se sintieron muy desgraciadas.

Pero la ninfa del fuego no había muerto. Cuando se separó de sus hermanas voló y voló hacia el cielo, como queriendo huir de aquel mundo. Y cuando no pudo más y se creyó morir, una luz inundó todo su cuerpo, una luz tan grande que alumbró la Tierra, aunque la había dejado muy, muy atrás. Y la estela que dejó mientras volaba se convirtió en lindos luceros. Así pues, se había transformado en el sol y su rastro en las estrellas. Y con su luz en los árboles brotaron hojas, frutos y flores de todos los colores y muchas plantas muy diversas. Nacieron multitud de animales y la Tierra se convirtió en un planeta hermoso. Cuando volvió a ver una tormenta se asustó un poco, pero su luz traspasó las gotas de lluvia y se deshizo en mil colores: el primer arco iris.

La ninfa del fuego no se volvió a sentir desgraciada, pues ella, el sol, era fuente de vida y disfrutaba viendo desde allí arriba todas las cosas bellas que había creado.

Su madre se sintió muy feliz, pues su hija había comprendido la importancia de su elemento, a partir del cual se obtiene todo lo demás, que le da vida a todo y que nos permite observar las maravillas de la naturaleza. Y para no perderla nunca de vista creó un gran espejo que reflejase a su hija cuando se escondía en el horizonte y le llamó Luna.

Hoy en día el sol nos inunda con su luz cuando es de día, y cuando éste se pone salen la Luna y las estrellas y todos miramos hacia arriba para contemplar  tanta belleza.

Y es entonces cuando nuestra amiga se siente más feliz.

viernes, 12 de febrero de 2016

La Vieja Cuaresma (La Patarrona)


A nuestra Patarrona se la llama en otros lugares La Vieja Cuaresma, y cada pierna de la anciana es una semana que queda para la Pascua; en algunos lugares, como en Fuente del Arco, tiene una leyenda más triste, aunque vestida con los mismos ropajes de bruja anciana.


Andaba por estos días La Patarrona recorriendo pueblos extremeños. La Patarrona es una vieja con muchas muchas piernas que amenaza a los niños con ponerles un grano en la cara si no cumplen sus exigencias. La Patarrona comenzó a caminar en Italia y Cataluña con siete patas y terminó en Extremadura con solo cinco. Empezó siendo una vieja desagradable y terminó convertida en una simpática bruja. Nació cuaresmera y la hicimos carnavalera.


Acudimos a Fuente del Arco siguiendo el rastro de las leyendas que el filólogo y escritor Manuel Vilches nos relata en su libro La Tierra de Jayón, y concretamente una de ellas: La cueva Cuaresma.

La Semana Santa, cerca de los niños.
Con una cesta en una mano y un pescado en la otra, esta vieja refunfuñona de siete piernas es la encargada de asustar a los más pequeños.
Cuenta la leyenda que en la Cuaresma, para que los niños comiesen pescado, se les atormentaba con la llegada de la ‘Jaia Corema’, o lo que es lo mismo, la Vieja Cuaresma.
Ésta es una historia muy popular en las Baleares, Cataluña y algunas regiones de Italia, aunque en cada lugar se interpreta de distinta manera. En Mallorca, la Jaia se representa con la figura de una señora vieja y arrugada vestida con la indumentaria típica de las payesas, que en su mano derecha lleva un pescado y con la izquierda sostiene una cesta. Pero sin duda la peculiaridad de esta vieja refunfuñona está en sus piernas.

sábado, 6 de febrero de 2016

¡Podemos hacerlo!

Hoy les dejo este poema que escribí hace unos días y que refleja un poco la angustia que me produce el calentamiento del planeta.

Despertaba noviembre del  sueño
Por las duras nevadas dormido
Recordaba aquel  tiempo  lejano
En que todo seguía  su ritmo

Cuando invierno era invierno y no otoño
Y los paraguas hacían su servicio
Cuando el cálido sol calentaba
Lo justito,  pues era muy tímido

Cuando el almendro esperaba a la cola
Para lucir su manto de ensueño
Cuando las aves marchaban al sur
Temblorosas de frío y de miedo.

Ahora el oso despierta furioso
Pues el sueño se le hizo pequeño
La tortuga deambula nerviosa
Y pregunta ¿qué es esto?

Que la Tierra se nos vuelve loca
Es notorio, ya podemos verlo
Y que mi angustia está a flor de piel, 
Podéis hasta olerlo.

Soluciones debemos buscar
¡Podemos hacerlo!

Julia L. Pomposo