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jueves, 31 de marzo de 2016

Descanso en el avión

Un piloto se dispone a realizar su turno de descanso después de que una azafata le informe de que la cabina habilitada para ello está disponible. Pero al llegar encuentra una pequeña niña de unos cinco años durmiendo…
Una mañana de invierno una de las azafatas del avión que hacía cualquier ruta de vuelo se dirigía por el pasillo del avión hacia la cabina de mando después de atender a los pasajeros. Entonces se acercó a uno de los pilotos y le informó de que la cabina de descanso estaba libre. Entonces el hombre se levantó y se marchó a dormir un rato. Cuando el piloto entró en la pequeña cabina estaba totalmente oscura, pero al apoyar una mano en una de las literas notó un bulto. Había alguien durmiendo, pero la azafata le había comunicado que la pequeña cabina estaba vacía. Alumbró con una linterna de bolsillo hacia la cama y observó con sorpresa que había una niña de unos cinco años tumbada en la litera . La arropó con la manta y sin hacer mucho ruido salió de la habitación y cerró la puerta.

Al momento fue a buscar a la azafata y le contó lo que había sucedido. Ésta, le dijo que era imposible porque no iban niños en ese vuelo. El piloto no se lo podía creer, el había tocado con sus propias manos el cuerpo de la pequeña.¡¡ Incluso notó su respiración mientras dormía!!

Entonces la azafata con cara de preocupación le dijo – ¿Ve usted esa pareja de allí al fondo? ¿ La ve?- repetía, dirigiéndose con la cabeza hacia una joven pareja con los rostros pálidos y demacrados.
Sí, sí, por supuesto que los veo… afirmó el piloto.

¿ Pero qué tienen que ver ellos en la historia? Preguntó con cara de intriga

Se dirigen al entierro de su hija, ella va abajo en un ataúd, junto con el resto de mercancías…contestó ella.

El piloto se quedó pálido al escuchar la noticia y salió corriendo a la cabina donde vio a la niña. Allí no había nadie. Se acercó al baño a refrescarse la cara y al mirarse al espejo se dio cuenta de que había escrito algo con un pequeño dedo, decía:

Gracias por arroparme…

Autor: Blue Bear

sábado, 19 de marzo de 2016

Cuento sioux

Hoy les dejo este cuento de mi autoría, que escribí, hace ya un tiempo y que espero que les guste.

Kajiká y el cascabel de plata

Minowá era un pequeño indio sioux que vivía en el territorio lakota (verdadero nombre de los sioux) en Wyoming.

 Minowá, que significa “aquel que canta”, debía su nombre a que en el momento de nacer, su llanto fue tan melodioso y prolongado, que más que llorar, parecía estar entonando unos de aquellos cantos ancestrales de sus antepasados; ahora tendría apenas ocho años y era un niño sano y feliz que pasaba la mayor parte de su tiempo correteando por las praderas y montes con su tirador y su pequeño carcaj a la espalda a la caza de zarigüeyas, mapaches y algún que otro conejo de monte.

      En una de estas aventuras de caza, nuestro protagonista encontró un día a Kajiká un pequeño bebé de puma que gemía tembloroso junto al cuerpo sin vida de su madre, a los que algunos cazadores sin escrúpulos habían dado muerte mientras intentaba, (seguramente a zarpazos) defender a su cría. Sin preocuparse para nada del cachorro, aquellos hombres lo habían abandonado a su suerte, donde probablemente habría muerto de inanición y frío, de no ser porque Minowá lo encontró. Tomó al pequeño puma en sus brazos y lo llevó hasta el campamento sioux. Y allí se quedó........


       Minowá poseía un cascabel de plata que su abuelo le entregó el día que cumplió los cinco años, era un regalo de gratitud que le hizo una bondadosa señora de una caravana de Samis que pasaron camino de Dakota y a la que su abuelo curó de una picadura de serpiente. Minowá siempre lo llevaba colgado del cuello con un bonito cordón que le había tejido su madre. Todo el mundo en el campamento de multicolores tipys, conocía el sonido del cascabel de Minowá, incluido Kajiká, que lo seguía a todas parte y corría a su encuentro cuando oía su repiqueteo a lo lejos.

     Pero todo en la vida tiene un final y el de la relación entre nuestro protagonista y el cachorro de puma también tenía que tenerlo.  Minowá había crecido; ya tenía diez años y nuestro puma, al que el pequeño sioux había bautizado un día con el nombre de Kajiká, que significa “aquel que camina sin hacer ruido” (por su manera silenciosa de acercarse sin que él lo advirtiese), también había crecido (y con él, sus ansias de libertad) y se estaba volviendo demasiado grande para permanecer en el campamento. Minowá lo quería muchísimo y se negaba a separarse de su querido amigo.

   Su padre le explicó un día que los pumas siempre habían sido unos animales libres y dueños de sus vidas, hábiles cazadores y dignos habitantes de las praderas y que seguir teniendo allí a Kajiká era privarle de su libertad y de todas esa cosas a las que él también amaba tanto.
     Al final su padre logró convencerle y una mañana, antes de que su hijo despertase, ató al puma a la grupa de su caballo y se alejó con él todo lo que pudo, tardó dos días en encontrarle un lugar idóneo, cerca de otros pumas que vivían en grupo, para que le resultase más fácil integrarse a su nueva vida y allí lo dejó. entre la manada, regresando al campamento.


     Pasaron muchos años, muchos meses y muchas lunas. Minowá creció y formó su propia familia.

 Minowá había decidido trasladarse con su esposa Dihayá y su pequeña a la que llamaban Sihu, que significa “pequeña flor", hasta los territorios del norte que eran más fértiles y  la caza era más abundante.

     Un día, durante La Luna del Maiz (septiembre), Minowá que paseaba con su pequeña a la espalda por los límites del campamento, decidió dejarla  durmiendo plácidamente junto a unos arbustos mientras el buscaba hierbas medicinales por los alrededores. Al volver al lugar encontró a un hermoso puma de gran tamaño merodeando alrededor del bebé. Minowá quedó petrificado y sin atreverse a realizar ningún movimiento por temor a la reacción de la fiera y cuando ya el puma estaba a punto de atacar a la pequeña, Minowá saltó en su defensa y el puma se paró  de pronto como petrificado, deteniendo su ataque mientras toda su atención se dirigía hacia Minowá.

     Un tintineante sonido le trajo a la memoria recuerdos de un cascabel y de su dueño y de tiempos lejanos y felices; inmediatamente reconoció a Minowá y acercándose a él muy lentamente, puso sus enormes zarpas sobre el pecho de su amigo mientras le lamía la cara. Minowá lloró emocionado al reconocer en aquel hermoso ejemplar a su querido amigo  Kajiká y juntos, hombre y fiera, permanecieron abrazados mientras se reconocían mutuamente.

Julia L. Pomposo
                                                           

martes, 15 de marzo de 2016

Leyenda celta del pájaro espino

"Hay una leyenda sobre un pàjaro que canta solo una vez en su vida, y lo hace màs dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra. Desde el momento que abandona el nido, busca un
àrbol espinoso y no descansa hasta encontrarlo. Entonces, cantando entre las crueles ramas, se clava èl mismo en la espina màs larga y afilada. Y al morir, envuelve su agonìa en un canto màs bello que el de la alondra y el del ruiseñor. El pàjaro espino ofrece su vida por una sola canciòn. Un canto superlativo, al precio de su existencia. Pero todo el mundo enmudece para escuchar, y Dios sonrìe en el cielo. Pues lo mejor solo se consigue al precio de un gran sufrimiento ... Al menos, asi lo dice la leyenda."

jueves, 3 de marzo de 2016

La palabra que lo puede todo

Cuento de Cristina Mena

- ¿Qué haces?
- Estoy escribiendo.
- ¿Y qué escribes?
- Una palabra grande
- ¿Qué es eso de una palabra grande? ¿te refieres a una palabra en mayúsculas?

- No, me refiero a una palabra grande, una de esas palabras por las que merece la pena luchar, herirse, proseguir intentándolo todo siempre, tal vez sea una palabra demasiado grande para mi.
- ¿Qué palabra es esa?¿Es una palabra muy larga?
- No, es pequeña, muy pequeñita.
- No entiendo, ¿cómo una palabra grande puede ser pequeña?
- Es que esa magia a veces se da en las palabras. Hay palabras que surgen, palabras que crecen, palabras qué sueñan y luego hay palabras grandes que. .
- ¿Una palabra que surge? ¿cúal? ¡Dime una, por favor!

- AMOR.
- Claro, ¡amor!, esa palabra surge y es bonita.
- Y ¿hay alguna palabra que crezca?
- Sí, la hay: AMISTAD.
- Ah, amistad, es una palabra muy bella también y, ¡es cierto! puede crecer mucho.
- Y dime, ¿hay palabras que sueñen? ¿sabes alguna?
- PERDÓN.
- Anda es verdad, perdón también es una palabra bonita que tiene bonitos sueños de esperanza.
- Y oye, dime, yo no sé si existirá pero. . . ¿hay una palabra que lo pueda todo?
- ¿Una palabra que lo pueda todo?
- Sí, sí, dime una palabra que lo pueda todo.

- Explícate mejor, no comprendo qué pides.

- Pues yo quiero que me digas una palabra que sea mayor que el AMOR, que la AMISTAD, que el PERDON, una palabra que lo abarque todo, una de esas palabras humanas, por la que se es capaz de hacer locuras, de intentarlo todo, de esforzarse, de fracasar y sin embargo tomar fuerzas del amor aunque no surja, de la amistad aunque no crezca, del perdón aunque ni se pueda soñar, una de esas palabras que solo son argumento de buenos corazones, una palabra que no lastime, que no ofenda ni asuste, una de esas palabras que al pronunciarla, aunque se diga en silencio, ya se entienda todo. ¿Conoces alguna? ¿crees que existirá una palabra más grande que todas las demás?

- Sí, claro que la hay. Es una palabra fácil de decir pero muy dificil de expresar, una palabra que si se pierde nunca se puede volver a encontrar a solas, siempre hay que hacerlo con ayuda de los demás y si nadie te quiere ayudar a recuperarla, no tenerla se convierte en un eterno sufrimiento que se padece en silencio, a solas. Es la palabra que he escrito, es la que necesito, es la palabra que no tengo, la que me hace siempre llorar, ¿quieres que te diga mi palabra más grande??

- ¿Tú palabra grande encierra todo eso? pues, ¿cúal es esa palabra tan grande que lo puede todo????
PAZ
Y entonces…
alguien me miró a los ojos, que enrramados de tristeza trataban de apartar la vista  y sujetándome la cabeza me miró con cariño y me dijo: yo conozco una palabra aún más grande que esa, una palabra aún más pequeña de escribir que PAZ, esa es la palabra que en tu vida lo puede todo, la que un día hará justicia, la que no debes olvidar jamás.

¿Cúal es esa palabra? – me atreví a preguntar con un hilo de voz en los labios.
La palabra es. FE